jueves, 25 de marzo de 2010

Pesadilla en el mar

Es tan frecuente ver en la televisión y en los periódicos la imagen de inmigrantes decepcionados, abatidos, agotados, sin aliento, desesperados, quemados por el sol y por la vida que le ha tocado vivir, con el miedo todavía en el cuerpo por un viaje incierto, una travesía que les abrirá las puertas del paraíso y que después de días y días en alta mar se convierte en una pesadilla. Con la mirada en el horizonte sueñan con llegar pronto a ese nuevo destino idealizado y son muchos los que acaban con su ilusión ahogada en el fondo del mar.

Las imágenes de inmigrantes africanos llegados en patera a las costas de Almería, Granada, Cádiz y Canarias son muy frecuentes en los medios de comunicación, hasta tal punto que dejan de sorprender y de estremecer los rostros de estas personas que se juegan la vida por alcanzar España y poder sobrevivir. Hipotecan sus casas, los ahorros de toda una vida para conseguir un hueco en una pequeña embarcación, hacinados por unos 'verdugos' que lo único que quieren es ganar más dinero.

'Una mirada vale más que mil palabras'. Foto de Lucía Rivas
Esta inmigrante subsahariana fue rescatada por miembros del Servicio Marítimo de la Guardia Civil y de Salvamento Marítimo cuando viajaba en una patera cerca del puerto de Motril (Granada) junto a más inmigrantes
(en total 23 mujeres, 14 hombres y cuatro niños).

Mujeres embarazadas arriesgan su vida y la de su bebé porque en su tierra lo han perdido todo, hasta la esperanza, y piensan que al otro lado, podrán tener una oportunidad. Y esta misma situación también se repite en otras partes del mundo. Son muchos los sudamericanos que se embarcan para poder vivir el 'sueño americano'. La frontera de México es el único obstáculo para llegar a cumplirlo.

Algunos se pasan días y días a la deriva, bajo un sol imponente que oscurece su piel, acentúa las quemaduras de su alma y reaviva su miedo. Los que alcanzan tierra les quedan largas horas, días y meses por el desierto para llegar a esa frontera, al final de esa odisea, y donde pueden encontrar la muerte al intentar pasarla de manera ilegal.

Unos lo consiguen y después de un tiempo viviendo en Estados Unidos, y porque la suerte es así de caprichosa, lo deportan a su país. Entonces, vuelven a pagar para conseguir un asiento en ese viaje al infierno y ya la fortuna no les da más oportunidades y acaban engullidos por un mar sin piedad, que después escupe sus castigados y abrasados cuerpos para que sus seres queridos tengan un lugar donde llorarlos.